Uno de cada diez niños es víctima o provocador de violencia escolar.
Los hombres son más propensos a tener este comportamiento agresivo,
conocido como bullying (intimidación). Estas conclusiones hacen parte de
un estudio realizado por un grupo de docentes de la Facultad de
Psicología de la Universidad Politécnico Grancolombiano, que buscaba
construir un perfil de los menores que están inmersos en esta
problemática.
Para realizar la investigación se estudió el
comportamiento de aproximadamente 200 niños de un colegio oficial de la
Localidad de Kennedy, en Bogotá, entre 7 y 10 años, y estudiantes de
tercero de primaria. Se acompañó a los niños en diferentes contextos:
durante las horas de descanso, en las convivencias pedagógicas, a la
entrada y salida de la institución. El profesor César Augusto Sierra,
investigador líder, asegura que en los baños, los corredores de los
planteles y las inmediaciones del colegio, es donde más se presentan
manifestaciones de violencia.
¿Cuál es el perfil del agresor? Le
hace bromas a sus compañeros reiteradamente, inventa apodos, imita
comportamientos y rasgos físicos de sus “víctimas” para burlarse de
ellas; cualquier malentendido termina en un acto de desafío, es un
“líder negativo” que da órdenes de manera agresiva y que logra la
sumisión de sus compañeros por el temor o el miedo que genera, en los
juegos siempre impone las reglas, consigue lo que se propone utilizando
la fuerza física o las amenazas.
Por lo general agrede o ataca de
manera individual, casi nunca victimiza a sus compañeros en grupo. Es
amante de los juegos o deportes que impliquen violencia física, como el
karate o el taekwondo. Es un niño indisciplinado, inquieto, impulsivo.
Se molesta con facilidad. Comparte su tiempo libre con otros niños; no
muestra ningún interés en interactuar con las mujeres, incluso tampoco
le importa permanecer solo. En clase no logra concentrarse, interrumpe
al profesor continuamente. Su rendimiento académico se ubica dentro del
promedio.
Del otro lado están las “víctimas”. Si son hombres
evitan participar en juegos exclusivos de niños, como el fútbol. En
cambio prefieren compartir con niñas y ser los líderes dominantes,
incluso llegan a ser agresivos con ellas. Cuando se sienten ofendidos o
atacados pueden tomar dos actitudes: o denunciarlo ante el profesor o
ignorar la agresión. En la mayoría de los casos tienen una reacción
sumisa. Son inseguros, suelen tener baja autoestima, les atemoriza
participar en público y exponer sus ideas. Su comportamiento puede
variar entre la ansiedad y la agresividad. Causan irritación y tensión a
su alrededor. Cuando un niño está siendo víctima de violencia escolar
se torna callado, deja de jugar, pierde el apetito, le gusta estar solo,
permanece encerrado, es inseguro cuando intenta relacionarse con los
demás.
El psicólogo César Augusto Sierra asegura que por lo
general los niños agresores han sido víctimas de violencia en su hogar,
de abuso de autoridad, maltrato psicológico o físico, “en estos
contextos van a manejar conductas agresivas así como las han recibido”.
¿Cómo enfrentar esta realidad? Sierra afirma que debe ser “un trabajo
conjunto entre la familia y el colegio. Un trabajo de prevención y
ejecución en conjunto”.