Mecánica de la tentación (primera entrega)

Hay que leer la Biblia. Una de las cosas necesarias para llegar a la santidad es enterarnos de lo que Dios quiere del humano y obedecerlo. Para ello hay que leer o escuchar la Palabra de Dios, que está contenida en la Biblia.

 Mecánica de la tentación

Existen los tentadores. 
La palabra de Dios nos dice claramente en muchas ocasiones, que existen tentadores y la  tentación.
anécdota. Una señora de muy buena posición económica perdía a cada rato un valioso anillo de brillantes que su esposo le había regalado. El anillo en cuestión le había sido regalado a la mujer como un presente de reconciliación. El esposo había tenido una relación extra marital, y cuando la esposa lo descubrió hubo un gran disgusto y sufrimiento. El esposo decidió entonces regalarle el valioso anillo y pedirle la reconciliación. La mujer había pasado aquel incidente, pero aún así, instintivamente, la señora deseaba deshacerse de aquello que le recordaba aquel amargo episodio. Se les recomendó vender el anillo y todo fue mejor para aquella pareja.
¿por qué pensamientos de pecados que nos son desagradables regresan recurrentemente a nuestra mente? 
La respuesta es evidente: alguien nos los trae.

El cristiano puede tener recurrencia de pensamientos de pecados a los cuales él es proclive, pero no es lógico que tenga recurrencia de pecados que a el le son extremadamente desagradables. Por lo tanto, la tentación existe.

La tentación de Cristo fue física y espiritual
el Diablo se aprovecha de los requerimientos normales de la naturaleza humana física, y de los sentimientos abrigados por el alma, para exacerbarlos y convertirlos en pecado. Con Jesús usó ese mismo método. ¿Y cómo lo incitó a pecar el Diablo?
Después de 40 días de ayuno es normal que se sienta un hambre incontrolable; por lo tanto, la tentación debía entrar por ahí precisamente: pedirle que comiera. Pero no en forma correcta, natural, sino incitándolo a hacer un uso indebido de su divino poder, para así invalidar su salvadora gestión.
Por el otro lado, como que era natural que Jesús estuviera orgulloso de ser Hijo de Dios, es ahí precisamente donde Satanás trata de exacerbar su sentimiento, y para ello finge poner en duda la paternidad divina de Jesús a fin de que él se apresurara a demostrarla. Conjuga en su tentación las dos más fuertes fuerzas que obraban en Jesús en ese instante: demostrar que sí era hijo de Dios, (“Si eres hijo de Dios...”) y su natural urgencia de comer (“...di que estas piedras se hagan pan”) Tal vez Satanás creía que debido al prolongado ayuno, la mente de Cristo no iba a funcionar bien. Los demonios, creados por Dios muy superiores al humano, sólo pueden ser vencidos cuando en vez de  enfrentarnos a ellos astucia contra astucia, nos refugiamos en la absoluta y total victoria que sobre ellos todos obtuvo Jesucristo por su sangre. El que no apela a ese método tiene la batalla perdida desde antes de empezarla.
Son muchos los cristianos que por ignorancia, falta de práctica o de experiencia, enfrentan las concupiscencias, y las tentaciones que de éstas se derivan, con sus propias fuerzas. No apelan a la sangre de Cristo, o lo hacen muy tardíamente, cuando ya el enemigo ha logrado infligirnos algunos descalabros. Precisamente esa es una de las tentaciones preferidas por el enemigo: incitarnos a que luchemos solos, sin el auxilio de Jesucristo; puesto que si logra ese primer paso, los demás les serán sencillísimos. Otra ayuda que se basa en la palabra de Dios para poder luchar con buen éxito contra nuestros enemigos espirituales, es el ayuno.
“No trates de pulsear con un gorila, apela al domador”
La tentación no funciona donde no hay concupiscencia. Nuestra tentación es hija de nuestra concupiscencia y madre de nuestros pecados. Cuando uno es tentado, lo es en aquellos pecados que no odiamos, en aquellos que comprendemos que no deben ser amados, pero que en el fondo los amamos. O aquellos que de tanto haber estado dentro de nosotros, nos parecen cosa natural, no los detectamos. Todo el mundo es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y cebado.
 (Stg 1:13-15) “13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de Dios; porque Dios no puede ser tentado de los malos, ni Él tienta a alguno, 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído, y cebado. 15 Y la concupiscencia, después que ha concebido, pare el pecado; y el pecado, siendo cumplido, engendra muerte.”
Un hombre completamente masculino, va a ser tentado, tal vez, en cuestión de ira, de orgullo, soberbia, o mujeres; pero no va a tratar el Diablo o los demonios, de convencerlo para que se acueste con otro hombre. Por su naturaleza viril él rechaza semejante asquerosidad a todo trance, y cualquier demonio sabría que al tentarlo, estaría perdiendo el tiempo sin lograr nada.
A un hombre cuyo amor es el dinero, Satanás o sus cómplices no lo tratan de inducir a que lleve una vida licenciosa, dilapidando su dinero yendo al cabaret con mujeres. El Diablo y los demonios no pueden convertirlo en un calavera o libertino, pero pueden inducirlo a robar, a estafar a una viuda, a despojar a un huérfano, a matar para quedarse con una herencia, etc..
Satanás y sus cómplices no pierden el poco tiempo que les queda. Cuando tientan a alguien, lo hacen basándose en la concupiscencia que ellos han analizado que su víctima tiene. 
El que no lucha contra sus concupiscencias, engañado por la creencia de que la santificación es algo que le tienen que inyectar desde arriba, es tan buen aliado de Satanás, como el que se figura que sin la gracia divina, sin el sacrificio de Cristo por delante, con sólo su propio esfuerzo y sacrificio, va a poder alcanzar la salvación.
Una persona hablaba a cada rato de su problema con la tentación que sentía con las mujeres. Él alegaba que la culpa no era de él, que la culpa era del Diablo que lo tentaba y le facilitaba las ocasiones. Contaba él que las mujeres venían y le proponían que se acostara con ellas, y que debido a eso, él no podía resistir.
Otra persona que era su consejero le refutaba lo que él exponía y le decía que la culpa era de él, porque a él le agradaba esa concupiscencia, y por eso no podía resistir el pecado. 
Efectivamente, el ser humano acepta las tentaciones, que le agradan y sabe rechazar las que le desagradan. Es por eso que se debe uno esforzar por alcanzar la santidad, para no ser peleles de los enemigos de Dios.